Vivimos en un mundo hiperconectado, es impensable salir de casa sin el móvil o reloj que nos permita estar online, recibir o contestar llamadas, revisar mails de trabajo o redes sociales, etc. Es tal la sobreexposición que cada vez existe más concienciación de la necesidad mental y psicológica de una desconexión digital.
Está desconexión es algo más o menos aceptado y prácticamente instaurado a nivel laboral (dependiendo del sector y perfil), todas las empresas y organizaciones, tanto públicas como privadas, tienen la obligación de garantizar el derecho a la desconexión digital de todas las personas (Ley de Protección de Datos Personales y de garantía de los derechos digitales de 2018).
Sin embargo, esto no ocurre con la desconexión durante nuestro tiempo libre o vacaciones. Tendemos cada vez más a utilizar nuestro tiempo de descanso para interaccionar a través de dispositivos (redes sociales, videollamadas…) y estar conectados 24×7, como si tuviésemos miedo a “perdernos algo”.
Es innegable que la tecnología ha cambiado la forma que tenemos de trabajar y socializar, pero términos como «sobreexposición», «dependencia tecnológica» o «malestar psicofísico» son cada vez más utilizados y representan un desafío creciente para la salud mental en nuestra sociedad moderna en términos preventivos, de bienestar y de recomendación de una vida saludable y equilibrada.
Es necesario encontrar el equilibrio entre lo obligatorio, lo necesario, lo recomendable y la adicción. Parece que hay un abismo entre ambos extremos, pero la realidad es que depende mucho del autocontrol y autodisciplina por parte de la persona. Muchas veces no es fácil discernir, ya que el tiempo libre va asociado al entretenimiento y todas las herramientas digitales nos brindan la posibilidad de acceder de forma inmediata a esos estímulos.
En cierta medida los adultos tenemos las herramientas y capacidad de “parar” y autogestionarnos cuando sentimos que algo no va bien o pedir ayuda a un profesional, pero la sobreexposición digital cobra un mayor importancia si se habla de los cerebros en desarrollo de niños y adolescentes. La hiperestimulación, la inmediatez, la frustración y la pérdida de foco atencional, ya son problemas actuales de niños y adolescente relacionados con la dependencia tecnológica.
En 2024 cobra especial importancia la necesidad de revisar nuestra salud mental desde el punto de vista de la tecnología, apoyar y reforzar el buen uso de la misma y guiar a niños y jóvenes hacia un uso responsable.
Los profesionales en estos campos ya están empezando a dar las primeras pistas de cómo abordar estos problemas: desde limitación de uso (horarios, controles, etc) hasta formaciones en educación digital para abordar este tipo de problemas, concienciar y mejorar el uso de la tecnología en la sociedad.